Cuando venimos, luego nos vamos, pero nunca fuimos varios

La complejidad de la palabra está en todas partes, incluso, la simplicidad también es compleja. Cuando se estructura una idea, en cierto sentido, «improvisada» en el fondo existe una estructura base que sostiene la idea, por lo tanto esas palabras expresadas con simpleza y sin mucha reelaboración denotan elementos cruciales de los patrones básicos de pensamiento.

El punto de todo esto consiste en ejemplificar que la complejidad es un hecho manejable, que se puede aplicar incluso a los elementos simples. Pues la complejidad es invisible, se pueden detectar sus efectos, peor por si misma no se puede describir.

Esto está directamente relacionado con la necesidad de expresar constantemente una serie de ideas que se basan en esta complejidad subyacente y que son interpretadas por interlocutores. El meollo del asunto se traslada ahora las situaciones donde el receptor es el emisor.

Bajo estas circunstancias la complejidad se mantiene, pero toma otras características, como si llevara un proceso adaptativo. Aquí es donde el conflicto se incorpora a la complejidad, en un proceso simbiótico que se puede desagregar en partes para su entendimiento.

Una de esas partes puede ser una sucesión de ideas que aparentemente están desconectadas, pero el hilo argumentativo puede ser tan cautivador que pierde sentido la preocupación misma por el sentido, es decir: el argumento lleva una dirección errática que por si misma sostiene el sentido; un leve desvío rozaría con la esquizofrenia.

Así las cosas, el manifiesto autocontenido transmite un mensaje a mediano plazo, similar al expuesto 7670.25.

Publicado por Aureliano Bogarín

Aureliano Bogarín es una figura mítica que ha navegado las turbias aguas de la razón para descubrir la profundidad de sus mares y sumerjirse a explorar sus aguas con todo y las consecuencias, el resultado es lo que aquí se resume. Es decir, la contradicción entre la razón y locura.

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